Cuando yo viajé a
Brasil para observar la cultura, comida, y playa, me enamoré. Creo que mi
corazón pertenece al agua y al estilo de vida como en estos pueblos. El barrio
que contiene el mercado que yo observé, es una comunidad feliz y animada. Mi
tiempo pasó en el barrio fue muy memorable. La gente es muy simpática y sienten
mucho amor y pensamientos buenos de sus vidas.
Recordé los
olores, colores, besos en mi mejilla de los vendedores generosos. No hablo
portugués, pero algunos pueden entender mi español un poco. Hay una caseta
donde un hombre vende sus frutas ricas. Los mangos están magníficos, suaves, y
dulces. Los precios son justos y es posible a comprar mucho por menos dinero. Al
hombre que habló conmigo, le gusta su trabajo mucho y la comunidad del mercado
como a mí. Es su forma de ganarse la vida y funciona para él. No tiene mucho
pero tiene una mente grande y optimista.
También, hay mucho
más en este mercado que las frutas. Me encanta el pan y una mujer hermosa
hornea un pan de miel. ¡Es mi favorita! Creo que porque los vendedores están
allí todos los días, hay algo de chisme y un poco de competencia. Pero, los
clientes habituales que compran las frutas y verduras ahí, tiene una caseta en
la que ellos siempre compran porque saben de la calidad de su producto.
Me enamoré de la
cultura de Brasil porque hay mucha energía. Los vendedores cantan y bailan
mucho, habla con todos y parecen que su tiempo de permanencia en el mercado es
el mejor. Su cultura incluye razas y aspectos diferentes a los de otros países
hispanos que ha visitado. Hay historia, en Río de Janeiro, en portugués, y un
tranquilo sentido en general. Ya extraño la música, el agua del mar, y frutas.
Yo sé que es necesario para mi regresar y explorar más del país.
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